El miedo a la oscuridad, a volar dentro de un avión, a las arañas, a meterse en la piscina donde ‘cubre’… y al sillón del dentista. Un miedo que, como casi todos los otros miedos de la infancia, proceden en realidad de la actitud con la que muchos papás y mamás se enfrentan a sus propios miedos, y como los ‘peques’ les ven reaccionar ante ellos.
Esta cadena de ‘cosas que nos dan miedo’ tiene parte de culpa de la mala prensa de los dentistas entre los más pequeños: la odontofobia -o lo que es lo mismo, el pánico a enfrentarse cara a cara con el dentista-, es de hecho una de las fobias reconocidas por la Organización Mundial de la Salud, con una incidencia en torno a un 15 por ciento entre los pacientes del primer mundo.
Un crecimiento progresivo en la lista de miedos en las sociedad occidentales, que resulta especialmente curioso si se tienen en cuenta los avances en el campo del dolor y los tratamientos dentales a través de los años. ‘El origen del miedo dental está vinculado a experiencia infantiles’, explica la doctora Beatriz Casillas, de la clínica Ortoclinik, ‘es responsabilidad de los dentistas el que los niños no se traumen, y que no arrastren esos traumas hasta la edad adulta’.
Una afirmación que parecen corroborar desde la la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde un estudio sobre ansiedad infantil y odontología dividía a sus pacientes más pequeños en dos sesiones rutinarias de limpieza dental, una en una clínica habitual, con luces fluorescentes y luz de techo, y otra con un ambiente sensorial adaptado, con iluminación, color y música. Los niveles de ansiedad registrados en los pequeños duraban una media de 3 minutos en la primera, mientras que en la segunda llegaba apenas al minuto y medio.
Superar este tipo de traumas es labor de los profesionales pero también de los papás: los dentistas, al fin y al cabo, están para prevenir y para ayudar a los niños a mantener una boca sana y unos hábitos de limpieza dental que duren toda la vida. ¿Quieres saber cómo quitarles el miedo?
1. Convierte la visita al dentista en un hábito: si el niño conoce a los doctores de antemano asumirá más rápidamente que no va a ocurrir nada.
2. Los regalos e incentivos pequeños, como pegatinas, una chocolatina (lavándonos siempre los dientes) o juguetes de pequeño tamaño, pueden ser aconsejables en el caso de los tratamientos más largos o que más asustan (como ortodoncias y empastes). Recuerda felicitarles siempre por su valentía.
3. Es importante evitar expresiones en las que se induzcan sensaciones negativas, como por ejemplo ‘no te van a hacer daño’, ‘no te van a pinchar’, ‘no tengas miedo…’
4. Procura que tanto el espacio como el personal de la clínica estén especilizados en público infantil.
5. Incentívales a jugar a ‘ser dentistas’ en casa.
6. De igual modo, si asisten varios hermanos, haz que los más pequeños pasen cuando traten a los mayores. Si no, procura que compartan epacio con otros niños en la sala de espera.